El peón cumple su encargo y asesina al presidente. Los ministros díscolos chocan las manos y se palmean las espaldas. «Excelente.»
Dos manzanas a la derecha, el candidato de la oposición y su segundo de a bordo hacen tintinear sus copas. «Excelente.»
A diez pasos, quince pisos más arriba, el presidente de la patronal recibe la noticia de labios de su secretario. «Excelente», dice, y apaga el interfono.
Nada más cruzar la calle, tras una puerta blindada, la asociación de banqueros prende puros al unísono. «Excelente.»
Y a tiro de piedra, dejando atrás un par de manzanas, los directores de periódico alzan sus tirantes con los pulgares. «Excelente».
Quince kilómetros más allá, en su piso de extrarradio, Alfredo enciende la tele y sabe del magnicidio. «¿Qué será de nosotros?»
Al día siguiente, en la manifestación, la repulsa es unánime.
7 comentarios:
no me gustó tanto el final, pero el ritmo del texto es excelente y está muy muy estructurado. Se nota que le has dedicado su tiempo.
saludos
Para hacer honor al relato digo: "Excelente". Me gusta la idea.
No hay nada mejor (para hacer microrrelatos, no para la vida en sí, que quede claro) que la doble moral.
Un saludo, y como Martín: excelente.
Así no vale, Daniel. Di por qué no te gustó el final y, sobre todo, sugiere, hombre, sugiere...
Un saludo para Martín y otro para ti, Víctor. En la vida también funciona bien la doble moral. De hecho, lo que no funciona es tener una sola moral.
A mi me pareció, excelente.
¡Bueniiiiiiiiisimo!
Tus relatitos son como las brisitas que largan las puertas de los coches cuando se cierran. Te dan ese pequeño escalofriíto tan extrañamente reconfortante.
Gracias, Ojal-a y Franco. Nunca se me había ocurrido que mis relatos pudieran dar pequeños escalofríos reconfortantes, pero no está mal. Nada mal.
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