sábado, 28 de julio de 2012

Reflexiones de un microrrelatista en paro: libertad de prensa.


UNO DE LOS TÓPICOS más cacareados y mentirosos de nuestra sociedad es el de la existencia de la libertad de prensa. Como cualquier otra libertad —como la de adquirir palacios o emplear muertos de hambre por debajo del salario mínimo— se encuentra supeditada al poder económico. Dicho de otro modo: ¿ustedes tienen por ahí unos millones de euros para montar un gran medio de comunicación? Yo tampoco. 

CIERTO que la tecnología ha revolucionado el concepto de comunicación y que los ciudadanos van abandonando progresivamente su papel como consumidores pasivos y multiplican su capacidad de convertirse en comunicadores. Pero aún convive gente de muy diversas generaciones y con un diferente grado de acceso y uso de las nuevas tecnologías. Los periódicos, las emisoras de radio y, por encima de todo, los canales de televisión tradicionales conservan la hegemonía en la definición y la creación de la opinión pública, y cuentan con un nivel de crédito mucho mayor que las opiniones e informaciones vertidas en internet y las redes sociales. Dicho de otro modo: Aunque El País manipula millones de veces más que usted y que yo, el periódico global en español continúa siendo más fiable que usted y que yo. 

SUMANDO TODO, obtendremos que la libertad de prensa se reduce a los órganos de propaganda de los accionistas del Consejo de Administración de una determinada empresa, apuntalada por los accionistas de los consejos de administración de las empresas anunciantes. Volvemos al principio: ¿ustedes tienen una cadena de televisión o un grupo de cabeceras de prensa? ¿Tienen dinero suficiente para anunciarse en ellas y dirigir sus contenidos? Yo tampoco. 

AÚN ASÍ, para el sostenimiento de esas industrias de lavar cerebros, para que la propaganda del consejo de administración llegue realmente a todas partes —lo que a la postre redundará en que los accionistas lleguen más lejos aún—, no es suficiente —o resulta menos rentable— la financiación privada. Necesitan que el Estado, garante de la libertad de prensa, les conceda una ayudita. Tal vez a través de la compra diaria en todos los edificios, empresas e instituciones públicas. Tal vez a través de la inserción de anuncios de la Dirección General de Tráfico o propaganda ministerial. Tal vez a través de la concesión de canales y licencias para que difundan al mismo tiempo su discurso y el del partido en el poder. Tal vez todo junto. Dicho de otro modo: ¿Ustedes tienen una licencia para un canal de TDT? Yo tampoco.

SOBRE ESTAS BASES, el mito de la prensa como cuarto poder, como contrapoder ciudadano que proporciona información, criterio y crítica, tiene muy difícil traslación a la realidad. Se entiende con mayor nitidez la veracidad y la orientación de la información que conforma el pensamiento de la opinión pública. Se entiende, por ejemplo, que nos hayamos acostumbrado a llamar crisis a una estafa conjunta perpetrada por aquellos que vivieron y viven por encima de nuestras posibilidades, amparados y apoyados por aquellos que viven de nuestros impuestos y votos. Se entiende la normalidad de los medios al tratar sobre un saqueo, sus balones fuera disfrazados de sesudos análisis económicos y necesarias reformas. Se entiende la preponderancia de programas deportivos anclados a un orgullo patriótico-atlético que nada tiene que ver con los que no trabajan en chándal, o la sucesión de banalidades que inunda desde los telediarios a los suplementos dominicales a los programas del corazón y los reality shows. Los medios de comunicación, efectivamente, son el cuarto poder: actúan como Ministerio de Propaganda del poder real. Lo que llaman libertad de prensa no es más que el discurso ininterrumpido que el sistema emite sobre sus razones, sus posibilidades y sus límites, al tiempo que acalla cualquier discurso alternativo. Volvemos al principio: ¿cuántos de ustedes tienen un medio de comunicación de masas? Yo tampoco.

Safe Creative #1205111623028

2 comentarios:

Carlos Podesta dijo...

Transcribo 1 frase que escribió Jauretche a mediados del siglo pasado: " No existe la libertad de prensa, tan sólo es una máscara de la libertad de empresa."

Pablo Gonz dijo...

La libertad de prensa era necesaria cuando los poderes económicos y los políticos no eran exactamente lo mismo.