Lo más honesto sería escribir: Nada.
Pero dejemos la honestidad para quien tenga el lujo de poder permitírsela. Igual que la sinceridad y el orgullo. Igual que el honor y la valentía, la dignidad y el respeto. Como cada uno de los grandes valores con los que llenan bocas, libros y estudios sociológicos.
Y escribamos «Nada» por el simple placer de escribirlo.