Para decidir si algo
está «bien» o «mal» tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser
verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que
hacemos.
Por ejemplo, está
prohibido escribir: «la abuela parece una bruja». Pero sí está permitido
escribir: «la gente llama a la abuela "la Bruja"».
Está prohibido
escribir: «el pueblo es bonito», porque el pueblo puede ser bonito para
nosotros y feo para otras personas.
Del mismo modo, si escribimos: «el ordenanza es bueno», no es verdad, porque el ordenanza puede
ser capaz de cometer maldades que nosotros ignoramos. Escribimos sencillamente:
«el ordenanza nos ha dado unas mantas».
Escribiremos: «comemos
muchas nueces», y no: «nos gustan las nueces», porque la palabra «gustar» no es
una palabra segura, carece de precisión y de objetividad. «Nos gustan las
nueces» y «nos gusta nuestra madre» no puede querer decir lo mismo. La primera
fórmula designa un gusto agradable en la boca, y la segunda, un sentimiento.
Las palabras que
definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitar usarlas y atenerse a la
descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la
descripción fiel de los hechos.
Tomado de Claus y Lucas, de Agota Kristoff.
3 comentarios:
Apuntado queda y procuraré no quebrantar esta regla. Pues reconozco que en muchas ocasiones adjetivo más de lo que debiera.
A la espera de siguientes lecciones. Gracias por adelantado.
Un abrazo.
Las lecciones son de Agota Kristoff, Nicolás, escritora inquietante donde las haya.
De todas formas, yo siempre procuro tener presente que el primer enemigo del microrrelatista -y de todo escritor- es el adverbio y el segundo el adjetivo. Si un adjetivo no aporta nada sobre el sustantivo al que acompaña suprímelo. Es una de las pocas reglas que sigo a ojos cerrados.
Saludos.
Muchas gracias por la clase.
Besos desde el aire
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