Justo antes de cumplir los once años, los compañeros de clase de Juan Carlos de Borbón intentan convencerle de la inexistencia de los Reyes Magos.
El futuro Rey de España descarta la idea de plano.
Cómo si no iban a dedicarse sus papas a la navegación y la caza, al night club y el guateque, al turismo y la plena existencia en el dolce fare niente.
Cómo si no habitaban un palacete y tenían una corte a su servicio.
Cómo si no contaban con barcos y Bentleys, motos y caballos, chaquetas y zapatos para cualquier ocasión.
Cómo si no él mismo iba a estudiar en un carísimo internado suizo, auxiliado por un preceptor personal con casa propia.
De algún sitio debía salir aquello.
5 comentarios:
Dicen por ahí que algunos hijos de políticos también creen en los Reyes Magos, será eso por lo que yo no me lo explicaba :)
Un abrazo
Pues mira qué buena reflexión que hizo, y seguramente sigue creyendo en ellos, aunque vayan cambiando de camisa.
Un saludo Fernando desde mi mar,
Debe de existir una relación entre ser hijo de un prohombre de la patria y mantener la creencia en los Reyes Magos, Anita Dinamita. ¿Por qué será?
¿Y por qué motivo iba a dejar de creer, Yashira. Siguen cayéndole regalos de todas partes, y no sólo los seis de enero...
Gracias por pasar por aquí.
Qué mala leche :-)
Si es mala leche la de Don Juan Carlos, Budoson; sobre todo si tomamos la palabra en su significado seminal...
Salud.
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