-Yo empecé como aprendiz de obra en el año cincuenta y dos -continuó el viejo-, y desde esa época las chiflo a todas. No me importa que sean vistosas o bagres, ni que sean gordas, ni que sean viejas. Mire usted: yo debo de haber chiflado, -hizo una larga suma en el aire, entrecerrando los ojos-, debo de haber chiflado a un millón doscientas mil mujeres, por abajo de las patas. Y no es solamente que nunca vino ni una: ni siquiera dan la vuelta a la cabeza para ver quién llama. ¡Nada! Y no es indiferencia, ojo; es que no perciben el chiflido humano. ¿Vio que el perro oye un silbato especial que el cristiano no oye? Con las mujeres pasa lo mismo. Pero a la inversa.
Hernán Casciari.
2 comentarios:
Dado que eres un gran cuentista, vamos a ver como se te da lo de hacer trajes a medida. Te invito a que participes en un rincón de todos. No te heras rico, pero seguro que te sientes comodo.
http://microrrelatonegrocarbon.blogspot.com.es/
nos vemos por allí.
Una perta.
Allí estaremos. Gran iniciativa.
Publicar un comentario