Detrás de los gruesos
cristales de las gafas de Carrillo ya no existen ojos, y uno se pregunta si es
el hombre el que atraviesa las épocas o son las épocas las que atraviesan al
hombre, borrando más que alcanzando a dibujar sus recuerdos.
Revuelta en las cuencas
mineras, asesinatos y charcos de sangre, purgas, exilios, represalias,
silencios estalinistas.
Fríos de Moscú y lujos
parisinos. El interminable ascenso hacia una traición quizá sabia, quizá no del
todo necesaria para la revolución pero sí para uno, quizá no encaminada a la
emancipación de las masas pero sí a terminar mirando sin ojos, aleccionando con
modos de benigno profesor sin otro título que el de la astucia; sin más doctorado que la comprensión de que son las épocas las que atraviesan al hombre
y no el hombre a las épocas.
4 comentarios:
Una interesante reflexión. Me ha gustado
Fernando, precisamente ahora que ha muerto es cuando vuelve a estar de actualidad, lo que son las cosas. Carrillo ha sido una figura que me ha interesado siempre y sus reflexiones que desgranaba en la SER me parecían acertadas y actuales. Además considero que supo adaptarse a los momentos y demostró ser un demócrata, aunque algunos lo tachen de todo lo contrario.
Espero que algún día se le alcance a reconocer sus méritos, pues sus errores ya se encargan otros de difundirlos.
Muy buena entrada.
Un abrazo.
Cuánta altura está perdiendo nuestra política, Fernando.
De a poco -y por mucho que los denostáramos entonces- se nos van los políticos de más talla y los que les sustituyen no les llegan ni a los talones.
Me descubro ante tu homenaje a Don Santiago, uno de los tres valientes del 23F.
Un abrazo,
P.D. Me alegra volver a leerte.
Siento decepcionaros, amigos, pero mi texto no pretende ser un homenaje, sino un mero retrato.
No puedo homenajear a quien participó -bajo falsas acusaciones- en el exterminio de los militantes antifascistas del POUM. A quién, estalinista hasta más allá de la médula, se libró de aquellos que pudieran hacerle sombra en el liderazgo del PCE. A quien asesinó o mandó asesinar a Comorera y a León Trilla. A quién envió a morir a Julián Grimau sabiéndole marcado por la policía. A quien, después de que lo ordenara Stalin, se desentendió de los guerrilleros del maquis sin proporcionarles ninguna salida. A quien ordenó mil fantabulosas estratagemas desde hoteles de lujo en el extranjero que acabaron con la cárcel, tortura y fusilamiento de tantos arriesgados militantes comunistas. A quién, por último, besó la bandera del enemigo y le chupó el culo al Jefe del Estado puesto a dedo por Franco, vendiendo a su partido, carcajeándose a mandíbula batiente junto a los asesinos de Vitoria y Montejurra, y traicionando a los vivos y a los muertos entre tantos arriesgados antifascistas.
No, amigos. Lo siento pero por ahí no paso. ¿Talla política la de Carrillo dices, Pedro? ¿Te refieres al mismo líder comunista que propició que el PCE pasara de ser la fuerza hegemónica de la izquierda durante el franquismo y la transición, a acabar sentándose en las bancadas del Grupo Mixto en el 82? ¿Al que expulsaron del PCE y formó una escisión que acabó integrada en el PSOE aunque a él no le dejaron ni entrar? ¿Talla política?
Lo siento, pero no. No era un homenaje. Era el mero retrato de un traidor y un oportunista del que hoy, los mismos descendientes de aquellas oligarquías franquistas que pasaron intactas de una dictadura demente a una democracia de broma con su inestimable ayuda, agradecen "la amplitud de miras" y, sobre todo, los servicios prestados.
Puedo comprender que un hombre sea atravesado por su época pero nunca defenderé lo indefendible. Y Carrillo lo era.
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