Era un ejercicio del curso de diseño gráfico.
Consistía en modificar una foto para convertirla en una viñeta de cómic.
Abrí el buscador y tecleé la primera palabra que me
vino a la cabeza: «chino».
Me devolvió un japonés que se tapaba un ojo.
Desde el primer momento, supe que aquel hombre iba a
ser mi avatar para los foros de internet, las redes sociales o los blogs.
Nunca llegué a saber su nombre, y mucho menos a
entender por qué su rostro era el primer resultado para la palabra «chino».
Pero me gusta pensar que, en el otro extremo del mundo, existe un japonés que un
día tuvo que transformar una fotografía en viñeta y que, tras teclear
«checheno» o «mongol», obtuvo mi cara.
Tampoco sería nada extraño en el interior de esta
máquina de pin-ball budista que es el universo.
6 comentarios:
Me parece brillante la manera de contarlo. La frase final podría ser un hiperbreve por si misma. Saludos.
Estoy de acuerdo con Agus, pero eso no es todo. Diré más. Confesaré que estaba convencido de que eras tú.
No deja usted de sorprenderme.
Un abrazo.
Muchas gracias, Agus. Lástima no saber japonés. Estoy seguro de que ese oriental que utiliza mi cara mantiene también un blog de microrrelatos.
Algunos días, Pedro, yo también estoy convencido de que soy él. O quizá sería más preciso decir que me gustaría ser él...
Me gusta mucho el origen de tu avatar... yo lo que voy ahora es a teclear mongol para verte la cara ;)
Un abrazo
Y es que como dice mi saludo indio, todo está relacionado.
Mitakuye oyasin
Gracias, Anita. No sé si al japonés al que se lo robé le haría tanta gracia.
Cada vez más relacionado, David. Cada vez más.
Muchas gracias.
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