martes, 13 de noviembre de 2012

5.


Ya les adelanto que esta historia la olvidarán menos de cinco segundos después de terminar de leerla. Lo digo por si prefieren ahorrarse el esfuerzo.
Luis Gonzalí, Victor Lorenzo Cinca, Martín Gardella, Daniel Sánchez Bonet, Esteban Dublín y yo nos encontramos por primera vez en un punto indeterminado de la estepa siberiana.
Cada uno había desembocado allí tras un largo periplo que incluyó dobles, pasaportes falsos, barbas postizas, y un último tramo en el que se añadieron narcóticos y capuchas opacas.
Nunca conocimos la identidad de nuestros anfitriones. Utilizaban dispositivos electrónicos que alteraban su tono voz, y ocultaban sus rostros bajo máscaras de poetas chinos de la Dinastía Tang.
En una pantalla de puro hielo, proyectaron una película en la que escritores cuyos nombres no son capaces de imaginar, profesores con trajes pasados de moda, y un equipo mixto de físicos, astrónomos, químicos y vaya usted a saber qué más, analizaban ingentes volúmenes de microrrelatos a los que sometían a todo tipo de pruebas que incluían balanzas, sopletes, rayos x, cámaras antigravitatorias, y aceleradores de partículas.
Según descubrieron, la microficción resulta el género literario idóneo para penetrar rápidamente en el cerebro del lector, tanto si pertenece al más alto mandatario como al último obrero de la cadena de montaje. Las órdenes neurolingüísticas pasan inadvertidas en la densa levedad de un microrrelato, sin que el incauto lector llegue a sospechar que cada palabra le aproxima un paso más a la pérdida del control de su voluntad.
Para lograr una efectividad total, el microrrelato debía desbancar a otros géneros de la popularidad de la que gozaban entre los lectores y en el mercado. Resultaría demasiado evidente que los estantes de librerías, quioscos e hipermercados amanecieran repletos de libros de microrrelatos de un día para otro. Convenía actuar lenta, sutil, y silenciosamente.
Ahí entrábamos nosotros.
La misión consistía en promover una revista mundial. Una avanzadilla que difundiera simultáneamente el género y las ideas subliminales que nuestros misteriosos anfitriones pretendían asociar a él. Por supuesto, ellos se harían cargo de los contenidos y de la financiación; una financiación que ni el más afortunado de los editores de revistas del mundo se atrevería a soñar.
Ni que decir tiene que nos negamos. No queríamos ser cómplices de aquella operación encubierta que aspiraba a tiranizar al ser humano.
Pero uno de ellos, el que iba ataviado con la máscara de Li Bai, nos aclaró nuestras opciones con tanta concisión como claridad:
—No es una petición...
El resto pueden imaginarlo a poco que visiten la Internacional Microcuentista. Pero quedan puntos oscuros. Algo más que puntos oscuros: desapariciones.
Primero fue Luis Gonzalí. Nos lo comunicaron mediante un correo electrónico enviado desde una dirección que se autodestruyó quince segundos más tarde, y que se cerraba con la frase “Sigan adelante, muchachos”, acompañada por el emoticono de un puño con el pulgar levantado. Entremedias, se nos informaba del abandono de Luis con un elusivo «motivos personales». Exactamente lo mismo sucedió con Daniel Sánchez Bonet.
Prefiero pensar que fueron relevados, que se les permitió abandonar, pero… ¿Cómo saberlo? ¿Cómo asegurar que no fueron eliminados y sustituidos por dobles idénticos?
Poco después se incorporaron Rony Vásquez Guevara y Jose Manuel Ortiz Soto, pero ya no sabría decirles si fueron reclutados de la misma forma que el resto, o si eran agentes infiltrados de la misteriosa organización desde el principio.
Estoy seguro de que si preguntan a cualquier otro miembro del Comité Editorial lo negará en redondo, pero puedo jurar ante la divinidad que sea que lo que acabo de contar es cierto.
Aunque también estoy seguro de que no les van a preguntar. Ya les adelanté que esta historia la olvidarían menos de cinco segundos después de terminar de leerla.
Cinco, cuatro, tres…

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5 comentarios:

Víctor dijo...

Como Groucho, nunca formaría parte de una revista que me admitiera como miembro del comité editorial. Por eso estoy en ella. Un abrazo por este repaso y me lo llevo de paseo.

Augusto Plasencia dijo...

Misión imposible con la autodestrucción del mensaje.

Muy bueno, gracias.

Anita Dinamita dijo...

Se me ha olvidado qué hago aquí y qué iba a comentar. Creo que te pasaste en la medida del texto, hubiera calado más en versión micro ;)
Me recuerda a algo, pero está feo que yo te lo diga.
Un abrazo

Pedro Sánchez Negreira dijo...

¿La historia de quién?

Abrazos.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Muchas gracias por los comentarios. Aunque la verdad es que no alcanzo a recordar de qué demonios iba el relato... Cosas de la edad, supongo.