Don Sebastián sopla a través del cigarro y se va desvaneciendo con el humo. Primero los zapatos y después las pantorrillas, los muslos, los instrumentos que le han hecho mantenerse, muy a su pesar, sobre la faz de la tierra.
La desaparición de la entrepierna le causa gran alivio. Sin duda la mayor parte de sus sinsabores y conflictos podrían localizarse en ese punto. Pero cuando va a dar el soplido que borrará su estómago, le asalta la duda. Acaba de comerse una ensaimada. Y no una cualquiera: una con relleno mixto de crema y nata montada, y virutas de chocolate bañando la superficie de su deriva continental.
Sería una injusticia no permitir disfrutar al estómago de lo que el paladar tanto había gustado. Y en este tira y afloja mental se consume el cigarro.
Don Sebastián vuelve a quedarse a medias.
Lo único que ha sabido hacer bien toda su vida.
viernes, 13 de noviembre de 2009
Descarnación.
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2 comentarios:
sublime y banal... mi gustar.
Banal. Sobre todo banal.
Gracias.
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