martes, 5 de octubre de 2010

Lección.


Era lo que más quería en la vida. Otros ambicionan barcos o islas, yo no. Sólo quería una consola. ¿De verdad era demasiado? ¿No podían regalarme lo único que pedí por reyes?
Pues mis padres que no. Que si sacaba malas notas. Que si era un vago redomado, y que si era hora de que aprendiera lo que costaban las cosas en la vida.
Ahorra, esfuérzate y tendrás consola.
Bien podían haberse parado ellos a pensar en las consecuencias de sus actos.
Pero no: tuve que ahorrar. Guardar los aguinaldos y escatimar en la fiesta de Nochevieja.
Quedarme sin cine, sin cenas de clase y sin salir sábado tras sábado tras sábado, hasta que reuní el dinero suficiente para ir a los grandes almacenes y adquirir mi consola.
Al fin la tenía. Giraba la caja entre mis manos, memorizando sus adelantos, posibilidades y características en varios idiomas.
Por eso crucé sin mirar.
Tuve suerte: el conductor del autobús me esquivó.
Lo que ya no pudo sortear fue la fachada de los grandes almacenes en la que se empotró, derribando la primera planta.
Murieron ciento cincuenta y seis personas.
Yo me llevé todas las culpas, pero era menor, así que mis padres fueron considerados responsables ante la administración.
Les repudiaron, les embargaron y hasta les encarcelaron, pero no sé si les sirvió para enmendar su mala cabeza. Este año les he pedido una moto. No es un parque temático ni un viaje alrededor de la tierra.
Veremos.

Safe Creative #1010057509363

5 comentarios:

Víctor dijo...

La consola no consuela. Tu micro, algo más.

Un abrazo internacional de mi parte, que me quedé (afortunadamente) en los 8 bits de nintendo.

Miguel Baquero dijo...

Yo ue tus padres te daba dinero y cómprate lo que quieras ;-)

Claudia Sánchez dijo...

Es que hay padres que no aprenden eh?
¡Me gustó mucho Fernando!
Saludos!

Unknown dijo...

Las historias, como aquí lo ilustraste con ésta dependen tanto de sus resultados.
Como padre es difícil no quedar mal, si les das algo puede ser para echarlos a perder o para volverlos unos genios.
A los míos no les dí bicicleta al ver que el hijo de un vecino tuvo un accidente con terrible conmoción cerebral, y me sostuve diciendo que yo no estaba criando futuros cirqueros, y ahora mi hijo me lo recuerda diciendo que gracias a ésa frasesita ya ni de adulto aprendió a andar en bici,pero lo mejor es que me lo dice entre carcajadas.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Quién sabe qué tipo de catástrofes desencadenarán nuestras decisiones. Incluso las más nimias. Incluso las aparentemente convenientes. Incluso las que creemos que nos alejarán a nosotros o nuestros seres queridos del mal.

Meditación para hoy.

Muchas gracias a todos.