miércoles, 2 de febrero de 2011

No exhuméis más genios.


Escribió sobre todo cuentos. Durante cuarenta y cinco años, combinó su austeridad innata con una obsesión también innata por garabatear el papel hasta los bordes.
Cuentos y más cuentos. Montañas de cuentos que primero ocuparon las estanterías y más tarde las repisas y la superficie total de los muebles. Que por último colocó en el suelo hasta que devoraron por completo su estudio.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre si murió aplastado, asfixiado o hambriento ante y entre la totalidad de su obra.
El avanzado estado de descomposición del cadáver —el volumen del papel aisló el hedor—, conmocionó a la sociedad de la época. El artista no tardó en hacerse hueco en las listas de autores más vendidos.
Lo curioso es que uno de sus primeros escritos, un relato que los expertos datan cuarenta y cinco años antes de su muerte y que tituló: «No exhuméis más genios», trata exactamente el mismo asunto que acabamos de tratar.

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6 comentarios:

Un tipo dijo...

A parte profeta.
Me encantó el micro.


Saludos.

Luisa Hurtado González dijo...

Los hombres repetimos muy bien siempre las mismas historias, por eso quizas no cesamos de inventarlas, para darle emoción a la vida.

Torcuato dijo...

Es muy típico subir al pedestal a los muertos. Y también más lucrativo.
Un abrazo, Fernando.

Caboclo dijo...

Ya lo dijo Monterroso en su Decálogo: "escribe siempre para la posteridad". Buen texto. Saludos.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Ay, la posteridad, esa vieja arpía... En este mundo virtual y veloz que habitamos y escribimos puede que no exista nada parecido a ella.

Un alivio, en cualquier caso.

Muchas gracias a todos.

budoson dijo...

Enseguida me he acordado de esto:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Enterrados/basura/elpepusoceps/20091122elpepspor_3/Tes