martes, 20 de septiembre de 2011

Recelo.



—No te atreverás a seguir negando que me pones los cuernos.
—¡¿Yo?!
Tenía arañazos en las tetas y dentelladas en la aureola de los pezones. La barbilla temblorosa y lágrimas patinando por la cara.
—Cómo eres capaz de pensar eso…
La huella de diez dedos alrededor del trasero y calvas en el vello público.
Giraba por la habitación, desnuda y desconsolada.
—… Que creas eso de mí…
Todavía, cuando nos encontramos, me asalta con ojitos de recién estrenada inocencia y dice:
—Nunca entendí por qué lo dejaste conmigo.
Y, claro, siempre queda la duda…

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6 comentarios:

Rosa dijo...

Ufff duele!!!

Saludos desde el aire

Elysa dijo...

Tengo una duda...¿quién de los dos es más cínico o más lelo?

Besitos

vittt dijo...

el beneficio de la duda? para beneficiarsela, sin duda.

Pablo Gonz dijo...

Hay que sospechar que ambos tenían modos distintos de ver el mundo.
Un abrazo,
PABLO GONZ

Miguel Baquero dijo...

Tu protagonista también, qué mal pensado... Esas marcas y esas cosas son de que se tropezó por la calle.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

La verdad es que leyendo el comentario de Rosa me ha dado por pensar en que a lo mejor la pobre chica no le había puesto los cuernos; a lo mejor había sido atacada por algún tipo de criatura sobrenatural y salvaje que la había dejado llenita de marcas y claro: a ver cómo demuestras tú que has sido atacada por una criatura sobrenatural y salvaje.

Muchas gracias a todos y a todas por pasar por aquí...