Puertas tapiadas, relojes invertidos, girones de piel humana colgando de los techos. Tridentes, sierras de cirujano y cuchillos de carnicero.
Sobre la bandeja, el torso de un gran animal rodeado de miembros más pequeños de otras especies. Dentro de las copas, vino denso y rojo con resonancias metálicas.
Ella frente a mí. Sus ojos de un azul blanquecino, su piel casi transparente y sus colmillos juguetones.
Su capa de cuello alto.
—Luego no dirás que no te lo esperabas —advierte.
Levanto mi copa para que vuelva a lenarla el mayordomo.
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