viernes, 25 de noviembre de 2011

Sociedad Civil.


Pero ahí siguen, examinándose con sus trabajos, con una bombilla que se ha fundido y tienen que cambiar, con el regalo para mis abuelos, con mi hermano y conmigo. Porque si hago algo mal, también es como si a ellos les suspendieran. Claro, si hago algo bien sonríen como si les estuvieran aprobando a ellos. ¿Y quién va a aprobarles o suspenderles? ¿Es que no se dan cuenta de que ellos son los adultos? ¿Es que no se dan cuenta de que detrás de ellos no hay nadie? Me parece que no, no se dan cuenta, ni lo huelen, ¿sabes?, y van por ahí con sus cancioncillas: «Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras por mí.»
Vaya gilipollez.

Belén Gopegui.

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