Sus compañeras no se cansan de envidiarla: vive dentro de un
cuento de hadas, el mismo por el que ellas darían más de una vida.
Chica inmigrante y pobre. Camarera de hotel.
Joven y guapo cliente que se enamora de la chica.
Joven y guapo cliente que resulta ser heredero de un lord,
apellido y escudo de armas, mansión en isla propia de la que va y viene en
helicóptero propio también.
Cenas y joyas de película. Bailes en salones dentro de vestidos
que parecen flotar.
Fines de semana en Nueva York y días festivos en París.
Sus compañeras no se cansan de alabar su suerte pero a ella le
preocupa que, de un tiempo a esta parte, ha perdido la fe en los cuentos.
3 comentarios:
Fernando, cuando uno no ha tenido suerte en la vida, toda visita de la fortuna hacia su persona siempre crea desconfianza. Quizás esa sea la cruz de los desgraciados de verdad, que no pueden apreciar las buenas rachas.
Bien contado y con un final que da que pensar.
Abrazos.
Bueno, Nicolás: lo mismo convertirte en una suerte de personaje literario, en un avatar de pretty woman, tampoco es exactamente buena fortuna...
Salud.
Bueno, Nicolás: lo mismo convertirte en una suerte de personaje literario, en un avatar de pretty woman, tampoco es exactamente buena fortuna...
Salud.
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