Solo en su biblioteca,
Francisco Umbral se asombraba del poco espacio que ocupaba su obra en los estantes. Toda la vida cabía en
menos de un metro. Metro y diez a lo sumo. Escasa extensión para el total de una
existencia.
Umbral no murió joven
ni, me atrevería a decir, demasiado pronto. Tuvo suerte en cualquier caso: solo
alcanzó a conocer de oídas los pen-drives, las tarjetas micro SD, los
dispositivos de memoria que anticipan que cualquier vida y cualquier obra
terminarán por caber dentro de un punto microscópico.
Y habrá espacio de
sobra.
5 comentarios:
Confieso que esta cuenta atrás me tiene frita. Por otro lado, a las palabras se las lleva el aire, las escribas o no, y seas quien seas.
Nunca pensé en la extensión que ocupaban las letras de los autores, sino en el peso del poso que dejaban en el lector.
Un abrazo,
Tranquila, Luisa: cuando llegue al final se convertirá en una cuenta hacia delante.
Más que persona, Umbral fue personaje. Se inventó a sí mismo a través de las palabras y por eso se medía más por la extensión encuadernada de su obra que por la de su vida.
Estoy de acuerdo, Pedro, pero Umbral, con ese malditismo estético que siempre cultivó, se veía -o le gustaba escribirse-, como un escritor cerrado en sí mismo; sin descendientes ni herederos literarios.
Gracias por pasar por aquí.
No vengo mucho por aquí. Me sorprende que no exista título. Veo en tu texto una reflexión. Nunca leí a Umbral (quizás alguna columna). Mal día para venir, creo. No obstante es cierto tú final, si el hombre es un bit con dos estados incompatibles: Vida-Muerte.
Hombre, Xiemens, podría haberlo titulado "Niebla de cristal de aumento", pero a veces el título es lo de menos. Umbral es un escritor muy, muy recomendable. La literatura hecha persona. O viceversa.
Se agradece la visita.
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