miércoles, 16 de septiembre de 2009

Idolatrías.


Por aquel entonces mi esperma no viajaba a ningún sitio. Se limitaba a girar en el estrecho círculo de mis cojones, con tantas ansias de salir como escasas posibilidades de conseguirlo.
Como perfecto cristiano, sentía aversión por el trabajo manual, así que los habitantes de mi pequeña e imaginaria maqueta interior de China sólo se mostraban al público muy de vez en cuando y siempre sin permiso. Cuando la presión demográfica alcanzaba niveles insoportables, escapaban en ejército y a borbotones. Aprovechaban mientras dormía. Cuando era incapaz de impedir las decisiones de su imperio dentro de mí.
Morían todos, claro, pero me legaban la vergüenza de un reguero de difuntos en sábanas y pantalones del pijama. Madre los incineraba con quitamanchas y se dedicaba a observarme con ojos de satélite-espía.
Por supuesto, se chivaba a Don Agustín. El párroco imponía interminables oraciones y angustiosas penitencias que a la postre no servían para nada. Mientras me dedicaba a rezar y mortificarme, mis chinos microscópicos, ateos todos ellos, tramaban nuevos ataques de los que siempre salían vencedores.
Luego te conocí y esa batalla perdió todo su sentido; las penitencias de Don Agustín resultaron pura broma comparadas con la demencial tortura a la que me sometiste.

Safe Creative #0909154540762

Fotografía: RADIOACTIVE HEAD.