sábado, 16 de octubre de 2010

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Lo que le dice el profesor Kandler a su discípulo predilecto, lo que vienen a ser sus últimas palabras —no en sentido estricto, claro, no ese «quitadme la dentadura» que recoge el acta de defunción, pero ustedes me entienden—, las que sirven como epílogo inmejorable para una carrera literaria enraizada en la ruptura y la originalidad total, en fin, el secreto con el que obsequia al más querido de sus discípulos es:
«Plagia. Plagia como un vil ladrón y, a ser posible, asesina al plagiado».
Aunque otros ¬—discípulos menos señalados y estudiosos de las teorías de Kandler en general— aseguran que esas palabras son pura fabulación, y que el discípulo predilecto —cuyo riñón derecho murió en el cuerpo del maestro— lo que hace es llevar al extremo las enseñanzas del profesor, llegando a inventar sus últimas palabras.

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4 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

A plagiar ahora se le llama "intertextualización" y hay gente que se dedica a saco a ello, y se han hecho bastante famosos.
Buenísimo lo de la dentadura :D

Pablo Gonz dijo...

Me interesan de este texto dos cosas: la fuerza de la prosa que seguramente mama de un sentimiento igualmente fuerte. Y lo cerrado que es. No veo por dónde puede reelaborarlo el lector.
Abrazos,
PABLO GONZ

budoson dijo...

Interesante, interesante...

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

¡Muchas gracias, amigos! Las fronteras entre influencia y plagio desde luego son difusas... ¿Quién puede saber de dónde le vienen las ideas que le vienen?