viernes, 3 de junio de 2011

Fe en la Revolución.


En las cosmogonías preislámicas, Dios crea el mundo con una mirada intensa y no con una palabra mágica, pero su obra, en realidad, tiene menos que ver con el soplo divino que con el trabajoso esfuerzo de la ingeniería. O, mejor dicho, del bricolaje. En el principio de los tiempos, los siete cielos y las siete tierras no se sostenían bien, de manera que Dios, como quien asegura la pata coja de una mesa, puso debajo un gran diamante para calzar el mundo. Pero los siete cielos y las siete tierras -ay- seguían siendo muy inestables. Dios ordenó entonces a uno de sus ángeles que cargase este peso inmenso sobre sus espaldas. El ángel se puso debajo del diamante -en el que se apoyaban tierras y cielos- y lo cargó sobre sus hombros. El frágil amontonamiento de criaturas mal encajadas, sin embargo, seguía inseguro, tembloroso, tambaleante. Así que Dios mandó un toro para que el ángel -en el que se apoyaba el diamante sobre el que reposaban cielos y tierras- afirmase sus pies. Tampoco fue suficiente: la torre se escoraba y vibraba y con ella la tierra, las montañas, las casas, los hombres que allí vivían. Finalmente Dios recurrió a Hut, la gran ballena, a quien encomendó sujetar todo el andamio con su enorme corpachón: toro, ángel, diamante, las siete tierras y los siete cielos. El mundo reposó al fin sobre sus cimientos. 
Cuenta el mito -o así lo recuerdo yo- que un día el demonio, transformado en mula, se metió en la nariz de Hut, produciéndole un dolor tan intenso que la enorme ballena descargó un instintivo coletazo. Un gran movimiento sísmico, de arriba abajo, recorrió la frágil torre. Los árboles cayeron, las montañas se desplomaron, los hombres aullaron de terror. Dios tuvo que intervenir de nuevo, liberar a Hut de la causa de su sufrimiento y prometerle mayor atención y vigilancia. En todo caso Hut, abrumada por este doble peso, el del mundo y el de la responsabilidad, pidió también que le concediera unas vacaciones de vez en cuando. Desde entonces, un día cada mil años, Hut descansa y el mundo entero percibe con emoción y angustia que está frágilmente asentado en la cima de­ una chapucera construcción de pedestales irregulares y esfuerzos titánicos.  
Fotografía: James Jowers.

2 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

Esá claro que cuando un universo empieza ya desde el principio con esas chapucerias... poéticas, es verdad, pero chapucerías y apaños improvisados ;-)

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Por eso precisamente hay que ir mejorándolo, Miguel. Por eso.