Escriba su relato sin preocuparse de extensión, reiteraciones o exceso de personajes.
Nada más terminar, emprenda viaje hacia el este, ahí no, más hacia el este, hasta donde la tierra se transforma en hielo y los mares se forjan en maldiciones.
Una vez allí, rastree a la milenaria orden de los Hermanos Conceptuales y ruegue que le permitan ocupar un puesto de aprendiz, de pinche, de jardinero, de bufón o de limpiabotas entre ellos.
Emplee los siguientes cincuenta y cinco años en subsumir los acontecimientos en conceptos, los sentimientos en sustantivos afilados y los adjetivos en omisiones retumbantes. Recorte los setos del lenguaje hasta dar con su forma mínima y total.
Entonces y sólo entonces retome su microrrelato.
Tercera entrega del único método infalible para escribir microrrelatos. Para consultar las dos anteriores:
Aquellos que quieran complementar sus estudios tienen a su disposición nuestro Triálogo para escribir microrrelatos.
5 comentarios:
Oído cocina, ¿en qué me puedo emplear? Muy original este micro.
Un saludo.
Es una pena que este método de trabajo no esté a mi alcance. Pero lo pensaré.
¿Vale imaginárselo?
Nunca había notado que Retumbante, ¡retumba!
Lo primero es caminar, Nicolás. Luego ya pensaremos qué puesto es el más adecuado.
¡Por supuesto que no vale imaginárselo, Luisa! Hay que caminar, descubrir, trabajar y sufrir. Sobre todo sufrir.
Los Monjes Conceptuales dedican gran parte de su tiempo a estudiar la resonancia y el peso específico de cada palabra, Yunuén, aunque nadie ha logrado determinar si es por penitencia o por disfrute.
Buenos consejos Fernando.
Espero que hayan más entregas de esta serie de post.
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