Le digo que soñábamos un mundo mejor. Que el enemigo era muy poderoso. Que su respuesta no incluía precisamente lanzamiento de golosinas y palmaditas en la espalda.
Asiente. Se encoge de hombros y asiente. Nada más.
Razono que, claro, toda lucha conlleva sus daños colaterales. Sus víctimas inocentes. Errores. Muertos que también lamentamos en la organización.
Asiente. Se encoge de hombros y asiente. Nada más.
Esos muertos, claro, son especialmente dolorosos cuando se trata de niños pequeños, seres que no saben nada de la lucha y del enemigo, inocentes en el más amplio sentido de la palabra.
Asiente. Se encoge de hombros y asiente. Nada más.
4 comentarios:
Duro, Fernando, como la propia guerra.
Y reflejas de forma magistral lo que siempre pasa al final. Se encogen de hombros, como si no hubiese ido con ellos.
Un abrazo,
La guerra es un invento de los poderosos para obtener sus beneficios a costa de la vida y de los bienes de los menos agraciados. Siempre ha sido así y siempre será. No tiene justificación más que la que digo.
Muy bien reflejado.
Un saludo.
Esa es la raíz del problema, que no puede haber causas justas si mueren incocentes
Ah, amigos, el conflicto es la práctica más común del ser humano, termine o no en violencia.
La verdad, Miguel, el concepto de "causa justa" es tan inaprehensible como el de inocente.
Un saludo y gracias por pasar por aquí.
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