Padre no bebía, pero desde que lo hace es con licores retroactivos que le proporcionan, una detrás de otra, cada borrachera que ha evitado hasta el momento.
Cuando baja el sol sale al porche, con su escopeta y su botella esmerilada.
Grita:
–¡Pájaro!
Y yo, desde algún punto entre los árboles, lanzo al cuervo, el cuerpo que madre disecó en el curso impartido por aquel taxidermista extranjero, no sé si llegué a conocer su nombre.
Por algún prodigio de la aerodinámica y la alquimia, el cuervo planea mejor que un halcón vivo hasta clavarse, literalmente, allí donde cae.
–¡Pájaro!
Padre nunca tembló, aunque después de la primera vez no volvió a dejar de hacerlo. Lo recuerdo bien: apuntó perfectamente. Pudo acertarle al corazón y se negó. No disparó. Ni a las piernas.
Ahora le veo tratando de sujetar el rifle como si estuviera vivo y pienso en cómo será su visión de constante terremoto.
–¡Pájaro!
Padre jamás falló. En la estadística de delincuentes abatidos a la carrera, copaba el cien por cien. Ahora si acierta a disparar será contra sí mismo.
Cuando me acerque, después de recoger el cuervo de dondequiera que se clave, dirá:
–¿Sabes?, yo nunca fallé.
Ni madre se había fugado con un taxidermista.
Fotografía: Watson Davis.
6 comentarios:
Muy bueno, Fernando. Aunque para los puristas, una escopeta no es un rifle.
Me ha gustado.
Un saludo.
P.
Potente la imagen que propones, Fernando. Resabios o intuición del universo de Faulkner pero con un divertido toque canallesco.
Un abrazo,
PABLO GONZ
Estupendo relato de borracheras retroactivas disparos a cuervos disecados en cursillos taxidermistas, curiosa terapia para aplacer el dolor y el ¿calor? de una tarde de verano.
Salut
Gracias por la aclaración, Propílogo. Lo editaré.
Más intuición que resabio, Pablo, pero confieso que siempre me han gustado esos paisajes áridos y vacíos y esos personajes con rifle, que esperan morir o matar en la puerta de casa.
Ay, pobre papá, micromios. Toda la vida haciéndose el hombre fuerte e indestructible y ahora mira...
Gracias a todos.
Genial la imagen del hijo, por orden del padre, lanzando al aire el pájaro disecado. Buenísima.
Ay la familia... Cuántos dramas pequeños y sublimes ha producido.
Muchas gracias, Isabel.
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