La Niña Zombi y yo fuimos bastante felices. Cuando llegaba la navidad, se enceraba la piel y se enredaba estrellas, bolas brillantes y bastoncitos de caramelo entre el cabello. Durante los villancicos adoraba tocar el theremin, y nunca vi sus ojos brillar con más intensidad que en las cenas familiares, frente a un buen asado de cerebro, achispada de champán y de historias más antiguas que el mundo.
Mi familia —apestada de prejuicios— jamás consintió en sentarse a la mesa.
Visto en perspectiva, debí hacer lo mismo.
La Niña Zombi ya nos visitó el fin de año pasado. Espero que no se convierta en una costumbre.
Este microrrelato aparece en la Breve Antología de Microrrelatos Navideños de La Internacional Microcuentista. Espero que se convierta en una costumbre.
¿Será 2011 el último año completo del mundo? Disfrútenlo, por si acaso.