jueves, 7 de julio de 2011

Tardes de verano y té frío.


Leo manuales sobre formas correctas de narrar historias. Sobre presentaciones, nudos y desenlaces. Sobre cimientos y estructuras, puntos de giro, ideas fuerza y su opuesto. Sobre tramas que son el personaje en potencia y personajes que son la trama en acto.
Aprendo leyes subjetivas y transgresiones de obligado cumplimiento. Doy con ejemplos que justifican una forma de hacer y su contrario.
Me resultan interesantes; suelen tratar de qué tienes que hacer si pretendes alcanzar resonancia entre un público que sigue enredado en las mismas pasiones, conflictos y formas de contarlos desde hace miles de años. Proponen métodos seguros donde basta cambiar un par de personajes y tres letras del título para vender tu historia al mundo.
Todos suelen incluir una cláusula que explica que el buen escritor emplea esos materiales y los configura de una manera desconocida y novedosa. Que los moldea, recombina y retuerce. Que los filtra por su tamiz único y original.
Quiero pensar que esto último hace referencia a esa voz que desde siempre habita mi cabeza y por cuya culpa escribo; para tratar de encauzar ese discurso ininterrumpido que, en realidad, es todo caos.

Safe Creative #1107079630790

Fotografía: Walker Evans.

5 comentarios:

Víctor dijo...

Genial último párrafo. No sabía por dónde ibas a salir, Fernando. Me gustó ese final.

Un abrazo internacional.

Manuel Jorques Puig dijo...

Espléndido texto.

Romanticotica Incorrecta dijo...

Hay que escribir sin ningún tipo de filtro, solo lo que sale del alma, de lo contrario es una mentira..
=)
Saludos!

Miguel Baquero dijo...

Si quieres que te sea sincero, pienso que en todos esos cursos hay mucha palabrería, y nunca se menciona el talento, que se tiene o no se tiene (no se enseña) y que hace que un escritor capaz pueda pasar por encima de todo eso.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Muchas gracias, Víctor y Manuel.

Con vuestros argumentos, Romanticona, Miguel, estoy de acuerdo sólo en parte. Obviamente el talento se tiene o no se tiene, pero el talento literario, como en cualquier otro arte, también se educa. Suele hacerse a base de mucho leer o de interminables charlas con otras personas que escriben, pero tampoco es desdeñable conocer las estructuras que llevan funcionando desde que la humanidad es humanidad; aunque sólo sea para hacer con ellas lo que a uno le venga en gana.

Muchas gracias por pasar por aquí.