Ella dice ya no me haces falta y luego ven. Yo me niego en redondo y me encamino a su casa.
Ella pide que no suba y abre el portal. Yo le reto a que baje mientras avanzo por las escaleras.
Ella ordena que me vaya y me invita a entrar. Yo aseguro que no quiero verla sin dejar de mirarla.
Ella jura que no tiene nada más que decir y no para de hablar. Yo aseguro que hemos terminado antes de estamparle un beso.
Ella exige que la suelte mientras me rodea con las piernas. Yo declaro que no pienso follar con ella y le aparto las bragas.
Ella se corre. Yo me corro.
Ambos juramos no volver a hacerlo.
5 comentarios:
Un comportamiento muy adictivo, si señor...
Besos desde el aire
El amor, el deseo, viven ahí, en el filo de la contradicción, de ella se alimentan. Muy bueno, redondo.
Eres una amenaza escribiendo aunque no se te de el aullar, el amor y la brama van como uña y mugre pegados a cierta edad despues se multiplican por cero. Saludos
Excelente. Eres un maestro del género.
Ay, Rosa; las adicciones son tantas que uno termina por no ser capaz de elegir y las abarca todas.
Yo confío en que el amor y el deseo vivan en lugares tranquilos, Araceli. A poder ser cercanos a un lago en calma, rodeado de flores armónicas y contemplando atardeceres que le reconcilien a uno con el universo.
Gracias por tus amables palabras, el ecologista, pero no me negarás que es mucho mejor saber aullar que ser una amenaza escribiendo.
Me pones en un lugar demasiado alto, Manuel. Más bien soy un aprendiz de todo. Con lo que ello conlleva.
Gracias por pasar por aquí.
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