martes, 13 de marzo de 2012

Señales de humo.


Anabel lee sola, sentada en la colina desde donde se divisan los tejados de la aldea. Cuenta cinco gatos blancos, dos pardos y cuatro negros. Se acuerda de Rául.
El chico venía a pasar los veranos junto con su madre y su abuela. Su padre seguía trabajando en la capital pero acudía algunos fines de semana.
Rául la había besado en el árbol torcido junto al río, los dos empapados, los dos mirándose con ojos de no saber mirar a nadie más.
Su madre había ido aquella noche a la capital. Su abuela no se enfadaría si Rául llegaba un poco más tarde.
Aún quedaba más de mes y medio para el final del verano pero al día siguiente se había marchado. También su abuela.
Anabel aún tardó hasta el informativo de la noche para entender por qué.
La sangre salpicaba desde las paredes del piso hasta las escaleras del portal. El padre de Rául se había volado la cabeza después de disparar pero su madre había conseguido llegar hasta la calle.
Anabel lamentó no haber apuntado el teléfono y la dirección de Rául, no tener ninguna forma de decir: Lo siento mucho y te quiero. No tener forma de decir: Corre deprisa y vuelve aquí; yo te salvaré del resto de tu vida.
Rául no regresó jamás.
Uno de los gatos baja del tejado. Las pantallas parpadean detrás de cada ventana.
Anabel piensa que hay personas a las que les ocurren las mismas cosas que están escritas en sus libros.
Para bien o para mal.

Safe Creative #1203121294894

5 comentarios:

Rosa dijo...

Uffff me ha gustado muchísimo. Me gusta la suavidad con la que relatas una historia tan dura y el final.

Besos desde el aire

Nicolás Jarque dijo...

Las historias que se escriben han sucedido en mayor o menor medida ahí fuera. La realidad supera la ficción.
Me gusta que este relato recoja esto mismo.

Un abrazo.

Anita Dinamita dijo...

Jope! Me he quedado enganchada en algunas líneas del relato por la forma tan dulce en que lo vas contando hasta la tragedia final, que no es la sangre ni la cabeza del padre, sino la pérdida de Anabel.
Me ha gustado mucho y recalco mi frase preferida "mirándose con ojos de no saber mirar a nadie más"
Abrazos

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Hoy te has estirado más de lo normal y nos regalas una pieza formidable, Fernando.

Desde aquí, mis aplausos para este micro intenso, de personajes sólidos y gran intensidad emocional.

Un abrazo,

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Gracias, chicos y chicas. La verdad es que es una de esas historias que no sabes muy bien qué quieren decir ni de dónde vienen. La encontré escrita en una libreta y me llamó la atención la mezcla de frialdad y ternura que desprende.

Salud.