Anabel lee sola, sentada en la colina desde donde se divisan los
tejados de la aldea. Cuenta cinco gatos blancos, dos pardos y cuatro
negros. Se acuerda de Rául.
El chico venía a pasar los veranos
junto con su madre y su abuela. Su padre seguía trabajando en la
capital pero acudía algunos fines de semana.
Rául la había besado en el árbol
torcido junto al río, los dos empapados, los dos mirándose con ojos
de no saber mirar a nadie más.
Su madre había ido aquella noche a la
capital. Su abuela no se enfadaría si Rául llegaba un poco más
tarde.
Aún quedaba más de mes y medio para
el final del verano pero al día siguiente se había marchado.
También su abuela.
Anabel aún tardó hasta el informativo
de la noche para entender por qué.
La sangre salpicaba desde las paredes
del piso hasta las escaleras del portal. El padre de Rául se había
volado la cabeza después de disparar pero su madre había conseguido
llegar hasta la calle.
Anabel lamentó no haber apuntado el
teléfono y la dirección de Rául, no tener ninguna forma de decir:
Lo siento mucho y te quiero. No tener forma de decir: Corre deprisa y
vuelve aquí; yo te salvaré del resto de tu vida.
Rául no regresó jamás.
Uno de los gatos baja del tejado. Las
pantallas parpadean detrás de cada ventana.
Anabel piensa que hay personas a las
que les ocurren las mismas cosas que están escritas en sus libros.
Para bien o para mal.
5 comentarios:
Uffff me ha gustado muchísimo. Me gusta la suavidad con la que relatas una historia tan dura y el final.
Besos desde el aire
Las historias que se escriben han sucedido en mayor o menor medida ahí fuera. La realidad supera la ficción.
Me gusta que este relato recoja esto mismo.
Un abrazo.
Jope! Me he quedado enganchada en algunas líneas del relato por la forma tan dulce en que lo vas contando hasta la tragedia final, que no es la sangre ni la cabeza del padre, sino la pérdida de Anabel.
Me ha gustado mucho y recalco mi frase preferida "mirándose con ojos de no saber mirar a nadie más"
Abrazos
Hoy te has estirado más de lo normal y nos regalas una pieza formidable, Fernando.
Desde aquí, mis aplausos para este micro intenso, de personajes sólidos y gran intensidad emocional.
Un abrazo,
Gracias, chicos y chicas. La verdad es que es una de esas historias que no sabes muy bien qué quieren decir ni de dónde vienen. La encontré escrita en una libreta y me llamó la atención la mezcla de frialdad y ternura que desprende.
Salud.
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